Sitges: el nacimiento de un destino turístico gay (1980-2008)


REPORTAJE.
Con los ochenta llegó la despenalización de la homosexualidad y, en un marco de democracia, se produce una eclosión de libertad sexual y afectiva. El turismo de lesbianas, gays, transexuales y bisexuales (lgtb) comenzaba a florecer y Sitges se constituía como espacio de libertad en el imaginario de gays y lesbianas que buscaban afinidades con personas su propio colectivo en sus viajes. En consonancia con esta efervescencia se abre en 1980 la primera discoteca gay, Trailer, lo que se convirtió en un verdadero acontecimiento, tras años de represión.

La vida gay de Sitges
“En los ochenta el Sitges gay estaba activo todo el año, ahora la temporada comienza con la semana del carnaval y luego vuelve a dar inicio ya en verano para terminar como muy tarde en octubre”, señala Josep Matenci, miembro de la Coordindora Gai-Lesbiana (CGL) y asiduo de la ciudad desde aquella época. Él, como tantos gays barceloneses, tenía un piso, alquilado o en propiedad, en esta localidad y a ella se desplazaba casi todos los fines de semana con sus amigos. “Celebrábamos el fin de año, el carnaval o íbamos al rally de coches”, indica Matenci que añade que en aquella década predominaban las reuniones privadas de amigos donde se bailaba o se jugaba a cartas en un ambiente mucho más familiar. Desde los noventa, según Matenci, todo es mucho “más frío y de diseño”, la oferta es más comercial, “más basada en locales y la gente se conoce menos”, indica.
Como ejemplo de esta diferencia en función de la década, cita los Picnics de la Playa de El Mort, zona de ligue por excelencia de la ciudad, donde se realizaban juegos y concursos diferentes que eran organizados por los locales de ambiente de la ciudad. “Con un biombo o una sábana se realizaban concursos de culos y se elegía al mejor de la noche”, indica Matenci
Otros escenarios de la vida gay desde los ochenta hasta la actualidad son: la famosa "Calle del Pecado" el Parrots con sus miradas, sus ligues y sus terrazas; la zona de ligue de la playa de El Mort; la discoteca Trailer; los pubs el Comodín y el Candil, hoteles como el Romantic, y los nuevos locales y saunas que fueron surgiendo. “Pero, además, la vida en Sitges ha tenido personajes como “La perejiles” o Julia, una camarera que ha trabajado toda su vida en locales gays y que ha sido una más” en el “ambiente gay”, indica Jordi Petit.
El impacto del SIDA
Todo este “desmadre” “se acabó con la aparición del SIDA que en Sitges se hizo muy evidente”, afirma Petit. La enfermedad fue especialmente dolorosa e impactante en la ciudad porque “en Sitges todos se conocían”, afirma el histórico dirigente lgbt. Aunque esta localidad catalana también fue uno de los primeros núcleos en los que se realizó una campaña de sexo seguro. “En Sitges era donde habían unos gerentes y camareros más concienciados que en Barcelona y se preocupaban más por sus clientes. Esto era así porque veían que muchos de sus clientes habituales que ya no volvían o que les enviaban cartas diciendo que estaban enfermos”, afirma Petit. “El impacto del SIDA produce una clara ruptura entre la generación que actualmente se desplaza a Sitges y quienes lo hacían en los ochenta y tienen como consecuencia la pérdida de la memoria histórica de ese primer período”, afirma José Juan Lacaba antropólogo social y autor del artículo Sitges y el carnaval gay: el turismo y sus nuevos peregrinajes, publicado en la revista Pasos en 2004.
Homofobia en Sitges
El 1980 se limita la posibilidad de participación en el carnaval a las sociedades organizadas de Prado y Retiro, lo que acababa, de hecho, como se citaba en el anterior reportaje, con el carnaval gay que se realizó desde la muerte del dictador hasta aquel año. A finales de 1982 los propietarios del Candil solicitaron poder disponer de un “envelat” (una especie de carpa) durante los carnavales del año siguiente, un espacio abierto en el que se visibilizara la parte gay de la fiesta. Tanto Convergència i Unió (CiU) como Alianza Popular (AP) hicieron bandera en contra de este “envelat” gay aduciendo posibles problemas de orden público o que si se aceptaba “las proximas en querer un carnaval serían las prostitutas”. En un momento preelectoral pocos quisieron jugársela y se aprobó que el conflicto se resolvería con una votación entre las entidades locales con lo que, finalmente, el “envelat” gay no fue autorizado. Desde entonces el carnaval gay se encerró de nuevo en los locales.
En 1996, con un gobierno municipal formado por CiU y PP, se inició el segundo episodio homófobo en la ciudad. El concejal de Gobernación, Ignacio Deón, del PP, dio comienzo a una cruzada moral al detener y hacer fichas policiales con los gays que iban a ligar a la playa de El Mort o en el Passeig Marítim de la ciudad. A esto, se añade que además se generó el rumor de prostitución alrededor de las zonas de ligue gay al aire libre y se produjeron unas declaraciones institucionales en la línea de los tópicos más conservadores sobre la homosexualidad. Se llegaron a hacer hasta 220 fichas policiales y, aunque el Front d’Alliberament Gai de Catalunya (FAGC) intentó mediar con el alcalde, sus esfuerzos fueron inútiles y el Gobierno municipal se negó a rectificar en su actitud homofóbica y claramente ilegal.
Si los acontecimientos comenzaron en mayo de 1996 con las fichas policiales, en septiembre del mismo año, el ambiente se había enrarecido hasta el punto que un camarero del Parrots, un conocido local gay de la ciudad, recibió una brutal paliza. En señal de protesta, se convocó una manifestación por parte de diversos grupos lgtb para el 5 de octubre de 1996 en Sitges. En aquel momento hubo división entre, por una parte, el Grup de Lesbianes Feministas, el Casal Lambda, el Col·lectiu Gai de Barcelona (CGB) y el FAGC, que consideraban necesario hacer una manifestación en Sitges, y, por otra parte, la CGL que prefirió hacerlo en la Plaza Sant Jaume de Barcelona. Unos creían necesario plantar cara a la homofobia en el lugar de los hechos y los otros querían evitar reacciones violentas y caldear más el ambiente. La situación que se vivió no fue solo de tensión homófoba sino de enfrentamiento entre el propio movimiento lgtb que se enzarzó en acusaciones mutuas de traición.
Finalmente, y pese a la tensión, se hicieron las dos manifestaciones una en Barcelona y otra en Sitges. “Lo más triste –recuerda Luis Parera, que asistió a la de Sitges y que es miembro del CGB- no fue encontrarse skins en contra de nosotros, sino a la misma gente del pueblo”. Este es un aspecto que también recuerda el portavoz del FAGC, Eugeni Rodríguez, “cuando llegamos allí había una contestación organizada en contra de nuestra protesta por parte de ciudadanos de Sitges en la que nos tiraron huevos y en las que nos gritaban que nos fuésemos fuera de la ciudad”. Rodríguez considera que este es el precio de la “tolerancia” que se vivía en Sitges y que él contrapone a la liberación y aceptación.
En este sentido, para Lacaba, Sitges es más gay en el imaginario del colectivo lgtb que que para sus propios habitantes. “No hay ningún reconocimiento oficial del carnaval gay, ni se intenta integrar a los gays dentro de sus eventos oficiales”, afirma. De hecho, según el antropólogo, existe una escasa vertebración de la comunidad gay en esta localidad, “no ha surgido ninguna asociación, ni tan siquiera se celebra el 28 de junio y la visibilidad lgtb es más turística que autóctona”.
Para Petit, cuando no ha habido una iniciativa política que lo impulsara, no se ha hostigado a los gays. “Los habitantes de Sitges en su vida cotidiana no han marginado a los gays”, afirma, aunque señala que desde el 1996 se tardaron dos años en recuperar el nivel de ocupación por turismo lgtb a causa de la imagen tan negativa que se trasladó.
Monumento contra la homofobia
Como desagravio de aquella situación, 10 años después, se inauguró un monumento contra la homofobia, el primero en toda España, con la presencia de representantes de un casal de jóvenes de Sitges, del FAGC, del Casal Lambda, del CGB y del Ayuntamiento, consistente en un gran triángulo rosa en el que constan las palabras: “Sitges contra la homofobia. Nunca más. Octubre 1996-2006. Además, se realizó una exposición fotográfica con imágenes de aquellos acontecimientos en los que, según señala Rodríguez, “mucha gente vivió vergüenza de verse en aquellas fotos diez años después”.
La competencia de Barcelona
El turismo lgtb en Sitges ha sufrido varias crisis: a causa del impacto del SIDA, de los actos homófobos del 1996, pero también por la competencia de Barcelona. Con la capital catalana como destino turístico lgtb emergente, ¿subsistirá Sitges? Para Gonçal Sobré, antiguo propietario del hotel Romantic, ambas ciudades se complementan, “Sitges tendrá siempre el reclamo del verano y el carnaval”.
Para Petit, ambas ciudades deberían de ser vasos comunicantes: “Sitges puede aprovechar el tirón de Barcelona y viceversa. Hasta no hace tantos años había gente gay que iba directamente del aeropuerto del Prat a Sitges sin pasar por la capital catalana. El mismo añade que este tipo de turismo “aporta más diversidad y, además, tiene un efecto educador y normalizador”, concluye.
Des de turismo de Sitges ven con buenos ojos que Barcelona se convierta en una capital gay ya que “esta es una realidad que nos favorece”. Barcelona tiene aeropuerto y es una puerta de entrada a Sitges que está solo a 20 minutos y destacan que un turista “`puede combinar ambas ciudades perfectamente”, aunque en sus planes no está realizar ningún tipo de promoción de turismo lgtb, ni tampoco aparece en los catálogos oficiales de turismo de esta localidad del Garraf.

Comentaris